¡Jesús está dispuesto a morir por nosotros! Esa es la buena noticia de la Cuaresma, si podemos escucharla. Nuestros oídos están a menudo cerrados. Las penitencias cuaresmales son una ayuda para que abramos los oídos. No tiene nada que ver con castigarnos a nosotros mismos, ni con decirnos a nosotros mismos que no servimos. Son para que crezcamos en el deseo de tener oídos para Dios, ojos para ver a Dios, y corazones para amar a Dios.
Entonces, cuando comenzamos la segunda semana de Cuaresma, debemos caminar con alegría, incluso mientras continuamos con las penitencias. Permitámonos reconocer que queremos que nuestra vida cambie en todo lo que vivimos y esperamos, y ese puede ser el regalo de Dios, que nos ama.
